Este artículo analiza la forma en que Uruguay, un país que basó su identidad colectiva en una religión civil, logró reconstruirla con el retorno de la democracia. La visión civilista uruguaya había sido destruida bajo el impacto de la creciente violencia política en las décadas de 1960-70 y la dictadura de 1973-1985 que dejó un legado masivo de violaciones de derechos humanos. El trabajo destaca cómo en la última generación Uruguay logra reconstruir su identidad colectiva mediante un proceso de confrontación que cuestiona el pasado mientras permite la coexistencia de perspectivas opuestas que, a diferencia del pasado, no erosionan la democracia. Comparativamente, el estudio del caso uruguayo es sumamente relevante para sociedades donde confrontaciones desembocan en polarización política, guerras civiles y legados de violaciones a los derechos humanos.